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Cuento de Rapunzel

Si eres amantes de los cuentos clasicos de de princesas de los hermanos Grimm, entonces te invitamos a disfrutar de ‘Rapunzel’, un cuento clásico de los hermanos Grimm dedicado a todos los niños.

Cuento clásico: Rapunzel

Había una vez un matrimonio que llevaba tiempo pidiendo a Dios tener un hijo, y por eso la esposa creyó que muy pronto se lo concedería.

Un día estaba la mujer asomada a la ventana de su casa cuando fijó la vista en el jardín de al lado. Era un jardín precioso, lleno de flores de todas las especies, pero al que nadie se atrevía a entrar porque era propiedad de una malvada hechicera. El caso es que de entre todas las flores que había ella se quedó hipnotizada mirando los ruiponces frescos y verdes que había plantados y empezó a sentir una terrible necesidad de probarlos. Tal fue esa necesidad, que comenzó a entristecer.

– ¡Moriré si no pruebo los ruiponces del jardín de la bruja!, le dijo a su marido

Como su marido la quería mucho, decidió arriesgarse y saltar al otro lado del jardín.

Volvió a casa con los ruiponces y su mujer se los comió ansiosa. Pero al día siguiente le pidió más. Aunque el hombre sabía que era peligroso, no podía negárselos. De modo que volvió a cruzar a por más ruiponces. Pero esta vez la bruja lo vio…

– ¡Qué haces? ¿Cómo osas robarme mis ruiponces?

– ¡ Lo siento, de verdad, lo siento! ¡No me hagáis nada malo por favor!

– Te dejaré marchar, pero tendrás que cumplir un trato. Tendrás que entregarme el hijo de tu mujer en cuanto nazca.

El hombre estaba tan atemorizado que ni siquiera lo pensó y contestó que sí.

Pasado un tiempo la mujer dio a luz a una hermosa niña, a la que le pusieron de nombre Rapunzel, en honor a los ruiponces que tanto gustaban a su madre.

Cuando la niña cumplió doce años la bruja la condujo a una torre muy alta que estaba en el bosque. En ella no había ni puerta, ni escaleras, sino tan sólo una pequeña ventana. Por lo que cada vez que la bruja quería subir gritaba:

– ¡Rapunzel, deja caer tus cabellos!

Y la princesa descolgaba sus largos y finísimos cabellos por la ventana para que la bruja trepase por ellos.

Un día, estaba la joven cantando desde lo alto de la torre cuando el hijo del rey, que pasaba por allí la oyó. Quedó conmovido por una voz tan dulce pero por más que miró por todos los rincones no acertó a saber de dónde procedía.

Volvió todos los días al bosque en busca de esa delicada melodía cuando vio a la bruja que se acercaba a la torre y llamaba a Rapunzel para que le lanzara sus cabellos. Por lo que el príncipe esperó a que la bruja se fuera para hacer él lo mismo:

– ¡Rapunzel, deja caer tus cabellos!

Y Rapunzel descolgó por la ventana su larga trenza.

La joven se asustó mucho cuando lo vio aparecer en la torre, pero rápidamente cogió confianza con él y estuvieron muy a gusto charlando. El príncipe le contó la historia de cómo había llegado hasta allí y le preguntó si estaría dispuesta a casarse con él. Rapunzel aceptó encantada porque pensó que el príncipe la cuidaría mucho y la haría muy feliz.

De modo que todas las noches el príncipe iba a ver a Rapunzel en secreto sin que la bruja supiera nada.

Pero un día, cuando Rapunzel ayudaba a la bruja a subir, sin querer dijo:

-Rapunzel ¿Cómo es que tanto me cuesta subirla ? El hijo del rey sube en menos de un minuto.

– ¿¿Qué?? Así que me has estado engañando eh?

Y la bruja estaba tan furiosa y tan enfadada que cogió unas tijeras, cortó el largo cabello de Rapunzel y la mandó a un lugar muy muy lejano.

Al día siguiente cuando el príncipe regresó para ver a su amada y le pidió que lanzara sus cabellos, la bruja lo esperaba en la torre. Soltó la trenza de Rapunzel por la ventana y cuando el príncipe llegó a la torre se encontró con ella.

– ¡Nunca volverás a ver a Rapunzel!, y diciendo esto la bruja soltó un maleficio que lo dejó ciego.

El príncipe estuvo mucho tiempo perdido por el bosque, pues no encontraba el camino al palacio, cuando un día llegó al lejano lugar en el que encontraba Rapunzel. Ella lo reconoció al instante, corrió a abrazarlo y no pudo evitar soltar una lágrima cuando vio que estaba ciego por su culpa.

Pero fue esa lágrima la que rompió el hechizo y devolvió la visión al príncipe y juntos volvieron a palacio y vivieron felices por siempre.

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